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DU: ¿Cómo comenzó esta aventura de ir a brindar sus conocimientos a diferentes lugares de Argentina y el mundo?
PC: El gran culpable es él (Olarticoechea). Yo lo llevo en la sangre, me apasiona la formación. Mi padre fue docente, mi madre fue psicóloga. En un momento fui a Chile; me gustó mucho. Me propusieron volver y yo no era consciente de lo que podía llegar a brindar. Y en un viaje con él (Olarticoechea) a Río Turbio, en 2007, íbamos en el avión y me dice: “¡Qué lindo sería hacer esto en todo en el país! Formar, capacitar”. Y después, cuando salió muy lindo eso, él estaba entusiasmado y yo también. Después, yo seguí haciendo lo mío, y él lo de él.
Un día me llamó para la Selección Argentina Femenina. Fuimos a Toronto (Canadá), volvimos. Fue un periplo de dos años en cuatro selecciones: la Sub-23 del ascenso para la India, la Sub-20 para L’Alcúdia y después, la Sub-23 para los Juegos Olímpicos de Río 2016. Terminó esa experiencia juntos como un cuerpo técnico, y en lugar de separarnos nos unimos más, porque afrontamos muchas adversidades, éramos poquitos y con los que éramos, teníamos que solucionarlo. Pusimos el pecho, lo hicimos lo mejor posible y eso generó la posibilidad de presentarlo en la Asociación del Fútbol Argentino, porque nos pidieron un proyecto y les gustó. Entonces salió la posibilidad de ir a China y nos preguntamos porqué no lo hacíamos acá en Argentina. Y ahí empezamos a contestarle a toda la gente que nos lo proponía, y en cada lugar que fuimos siempre nos volvieron a llamar, y es el día de hoy que para mí, personalmente, es la clínica 283; muchas con él. 17 provincias, 12 países. Así que tiene piso, y no tiene techo. Esto recién empieza.
JO: Somos un equipo. Al no encontrar respuestas desde la AFA en la idea que dejamos, dijimos: “Vamos a tratarlo de hacer por nuestra cuenta”. Eso nos potenció, porque la idea madre del proyecto era hacer algo a nivel nacional, pero para el fútbol del interior. No para equipos de la Primera “A”. Entonces la idea era que cada provincia tuviera una preselección de Sub-17, Sub-20 o Mayores; lo que quisiera la AFA, en este caso. Después sumarle las regiones. Cada región que tenga su preselección, entonces juntarnos en “x” ciudad y hacer unos minicampeonatos avalados por AFA, por la secretaría de deportes de cada provincia y por sponsors.
Muchos presentaron algo parecido, pero la idea nuestra era que en cada provincia tenía que haber un campeón del mundo, monitoreando el trabajo que desde AFA íbamos a bajar.
Esa es la idea madre. Se postergó, por ahora, porque Argentina anduvo mal en el Mundial. Esa es la realidad y hay problemas económicos. No hay respuesta, entonces empezamos a hacerlo por nuestra cuenta. A sumar gente para el equipo. En cada lugar que vamos, alguien se suma y ese alguien conoce algunos y después nos vamos conociendo. Gente que sea transparente, que tenga la idea nuestra; y a partir de ahí empezás a armar el grupo, bajás línea de trabajo y me parece que no es tan complicado.
DU: Los dos tuvieron una prolífica carrera en el fútbol. Desde diferentes lugares, pero con muchas aristas en común. ¿Cuándo se dieron cuenta que se iban a dedicar al fútbol? Y, ¿cuál fue el momento que más disfrutaron como futbolistas?
JO: En mi caso personal, desde que tengo uso de razón que me apasionó “jugar a la pelota”; como le decíamos de chicos. Mis padres, de humildes recursos, pero haciendo mucho sacrificio. Nunca me faltó una pelota de fútbol y un plato de comida. Pero nací en casa de piso de tierra, prefabricada, muy modesta. Fui feliz. Con poco fui feliz.
Y mi pasión, desde que tengo uso de razón, es que dormía con una pelota de fútbol en la cama. Siempre pedía una pelota de fútbol para Reyes y para mi cumpleaños. No es que soñaba… se me pasaba por la cabeza jugar en Buenos Aires, pero no como Maradona que en una entrevista él dice, desde chiquito, que quiere jugar en la selección y va a ser campéon del mundo. Maradona lo puede decir, a mí ni se me pasó por la cabeza.
La capacidad, el empuje, la mente fuerte para soportar momentos que no son fáciles cuando vos te tenés que ir a los 14 o 15 años de tu casa (Saladillo) a Buenos Aires; me potenció y logré hacer una carrera de 17 años con tres mundiales, un título que sobresale, pero después jugar en: River, Boca, Racing, Nantes, Argentinos Juniors y Mandiyú. Una carrera muy, muy linda. Fue por la pasión, exclusivamente. Pero esa pasión necesitó ayuda. En mi caso, te conté lo de mi viejo, que a pesar de que era humilde, nunca me faltó lo que comenté anteriormente. Y después, la gente que te rodea; vos sos el que querés ir con este o con este, yo elegí gente sana y supe cuál era mi camino: no era de andar de joda e ir conociendo boliches. A mi edad no conocía los boliches. Cuando podía salir, no salía. Y después, sumo a mi familia, mi mujer, que también entendió el tema del cuidado personal, la contención; es un combo para poder lograr la carrera que hice.
PC: Con otro recorrido y con otras experiencias, fue algo natural y familiar. Somos nueve hermanos: seis varones y tres mujeres. La mayoría jugaban al fútbol.
Para mí fue al revés, porque a los 18 años estaba en Ferro Carril Oeste con Timoteo Griguol y Carlos Aymar. Tuve una lesión de la cual el médico me decía que no tenía nada, que era un maricón, que me quejaba… y seis meses con un dolor en la pierna, en la rótula. Y los médicos de San Lorenzo me dijeron que tenía una fisura de rótula, con un cayo de seis meses. Y ahí me di cuenta que aparte de jugar al fútbol tenía que hacer algo más.
En mi familia éramos muchos y no era muy pudiente en cuanto a lo económico. En cuanto a mí, tenía facilidad para el estudio, entonces la liberé a mi madre, le dije que se quede tranquila porque con el fútbol me iba a pagar los estudios. Me fui a Olavarría, estudié educación física y jugué al fútbol. Llegué a la primera de Loma Negra, en su momento. Después fui a Brasil, tuve una experiencia en España, pero más allá de eso me di cuenta que tenía que estudiar. Y cada vez que estudiaba me daba cuenta de cuánto me faltaba aprender. Y es el día de hoy que después de 30 años sigo estudiando, capacitándome, aparte de formar, cuando uno enseña también aprende. Y con todas las experiencias vividas dentro de la cancha, que algunas fueron muy gratificantes y otras no tanto, yo dije: “El día de mañana me gustaría cambiar parte de la realidad o ayudar a cambiarla”, y bueno, encontré a un amigo, un hermano de la vida que ve muchas cosas parecidas, con su estilo y su forma. Lo cual nos hace respetarnos mucho, pero entre los dos, como él dice: “Hacemos un equipo y consideramos que hay muchas cosas que sí podemos hacer”. Y es lo que estamos haciendo. Uniéndonos para recorrer el país. A veces vamos juntos, a veces vamos cada uno por su lado, pero siempre con un mismo norte, con el mismo sentido. Y lo bueno es que en cada lugar encontramos muy buenas respuestas, como pasó acá en Daireaux, con más de 200 personas entre niños, niñas, técnicos, profesores y profesoras, y no es poca cosa en una ciudad pequeña.
La idea es generar un cambio en una forma de formar que, en algún caso, no forma, sino deforma. Entonces, nosotros tenemos que formar a los formadores para mostrarles un camino, no como que sea el único, nosotros no venimos con la única verdad; simplemente compartimos y después cada uno también pone su impronta, su capacidad, su conocimiento. Así que todos los años de inversión en el fútbol, hoy son puestos en formar a formadores a través de la experiencia innegable que el “Vasco” tiene con los mundiales; como siempre digo: “¡Se lo ha ganado en buena ley!”; porque no es solamente una Copa del Mundo, él tiene hoy por hoy, reconocimiento en su pueblo natal: un monumento que es público, una calle, una tribuna, un libro, una película, y está vivo. Creo que es un buen ejemplo para mostrarles a todos que no hay que olvidarse de las raíces. No hay que perder de vista la humildad, lo que te llevó a lograr grandes cosas. Y él lo tiene muy marcado, lo tiene muy claro y creo que es el mejor ejemplo viviente, que él se los diga. Tenés que ver la cara de los chiquitos cuando lo escuchan. Es algo muy lindo ver cómo el chico lo absorbe, o sea, no es que los chicos están perdidos. Cuando tienen un buen reflejo, un buen referente, el chico está dispuesto.
DU: ¿Cómo es el manejo del miedo y la frustración durante un partido y al obtener un resultado adverso?
JO: El fútbol es como la vida: te da muchas alegrías y te da muchas tristezas y amarguras. Entonces tenés que estar preparado para esa lucha interna; mental, fundamentalmente. Hay partidos que se complican y tenés que ser muy fuerte para soportar la adversidad. Yo he llorado de alegría y he llorado de tristeza, por haber ganado o perdido un partido. Eso te marca y te potencia.
Cuando hacemos charlas, queremos hacerle entender, a los chicos y a los padres, que el fútbol es un juego, que no es vida o muerte. Y que el rival no es un enemigo, es un rival. Que puede ganar o perder, pero que a la larga es un juego.
Nosotros potenciamos eso porque parece que en la actualidad hay mucha locura de parte de los grandes, no de los chicos. Entonces los grandes tenemos que bajar un cambio o dos. En este caso, el mensaje va para los padres: “El chico te está mirando en todo momento.
Aunque parezca que está concentrado con la computadora o el con el celular, el pibe o la piba te está mirando qué hacés, qué no hacés, qué decís, qué no decís. Entonces tenemos que ser muy inteligentes para manejar esos momentos”.
El reflejo es la cancha. Si vos vas a la cancha como padre, y el pibe está jugando y empezás a gritar y a putear, como normalmente pasa: al técnico, al adversario, al referí… Esa es una mala señal para tu hijo… ¿Qué mensaje le dejás? Enfocamos mucho también en la parte de hacerles entender que los dejen jugar tranquilos a los pibes. Que vayan, que acompañen, que es muy bueno que el padre o la madre estén detrás de sus hijos, pero que no los presionen, que no los supere la locura por ganar un partido. Porque estamos formando mal a una persona, no a un jugador. Porque ese pibe después va a seguir creciendo y va a ser una persona, y si vos le das buenos mensajes va a ser mejor persona, pero si le das malos mensajes vos como padre… Creo que ahí estamos errando el camino. El mensaje no es 4-4-2, 4-3-3 o ‘hay que ganar o ganar’, sino también la parte social nos interesa.
PC: En mi caso, lo fui descubriendo con el tiempo. En diferentes equipos que estuve, a veces, mis compañeros me elegían como capitán y yo no me sentía capitán. Pero me elegían y yo me daba cuenta que cuando peor venía la mano, era cuando salía lo mejor de mí y después eso llevado a la vida, yo tenía situaciones difíciles de llevar adelante: pérdidas de familiares, temas de salud; y me di cuenta que en esos momentos estaba como muy entero, muy enfocado.
Eso me ayudó a revertir situaciones que parecían adversas. Y creo que el fútbol también me fue ayudando a descubrir esa potencialidad.
El chico es el reflejo del formador. Si el formador transmite frustración, transmite miedo, transmite presión; el niño no se forma en un buen hábitat. Entonces la idea es tratar de buscar buenos referentes que siempre hay, él es uno.
DU: ¿Cómo definirías el éxito, después de lo que pasó con Argentina en el Mundial de México 86?
JO: El éxito es lindo, vivís momentos increíbles, pero el éxito pasa y la vida sigue. En mi carrera tuve más fracasos que éxitos. Pero sí ha quedado muy marcada la gente del 86. Al ser campeones, te potencia de una manera increíble.
Una vez, Carlos Bilardo y Oscar Ruggeri nos contaban que un referente de la Selección Argentina iba a arreglar un premio porque habíamos jugado un partido y él escuchó, y el mensaje de él fue: “No piensen tanto en la plata. Piensen en salir campeones. Salgan campeones del mundo y van a ver que la gente se los va a reconocer toda la vida”. Es un mensaje muy lindo.
El éxito está bárbaro, lo vivimos, lo disfrutamos. Pasa, y la vida sigue. A veces te enseñan más las frustraciones.
Cuando algunas personas dicen: “‘Nosotros dejamos la vida en cada partido’, yo digo que no… el jugador de fútbol no deja la vida en cada partido. Los chicos en Malvinas dejaron la vida”. Los metieron en una guerra con 18 años, cuando pasaron todo lo que sabemos que pasaron. El jugador de fútbol es un privilegiado. Al que le toca estar activo como jugador, parte de su vida, porque después la vida sigue. Y si hacés las cosas bien y sos ordenado, vas a ser feliz con tu carrera. Yo fui muy feliz mientras jugué, porque el fútbol te saca cosas, pero me dio. Yo no podía salir como salían mis amigos, perdí parte de mi juventud porque así lo quise y porque tenía un camino. Pero también el fútbol me dio muchas felicidades: estar por todo el país, por donde vamos hacemos amigos. El fútbol te deja muchos amigos, porque es un país muy futbolero.
Uno recibe lo que da. Somos muy comunes, tipos comunes. Yo soy un tipo normal, entonces eso se potencia y la gente se te acerca. Hacés muchos amigos y eso te lo da el fútbol. Soy un agradecido a la “mágica N° 5”.
DU: ¿Cómo transmitís la noción de lo que vos concebís como éxito, dentro de un equipo de fútbol o de trabajo?
PC: Primero que nada, que al éxito no lo hace uno solo, lo hace un equipo. La idea de trabajar en equipos es la clave del éxito. Porque en el éxito siempre hay pasos previos que a veces hasta son frustrantes. Como le pasó a Argentina en el 86: cuando ellos fueron se fueron solos en el aeropuerto, y después el equipo se transformó en reuniones, en charlas, en un montón de cosas entre ellos que terminaron potenciándolos, asumieron el compromiso y sacaron la adversidad; y cuando volvieron, el aeropuerto estaba lleno. O sea, lo produjo un equipo. Como mensaje para la sociedad, siempre digo que la felicidad no es lograr algo, sino que es el proceso de hacer eso. O sea, el camino hacia lograr algo te tiene que hacer feliz, porque sino es muy efímero. Lográs eso y ya está, ya soy feliz, se acabó; ¿y después qué? Si vos podés disfrutar el proceso, el día a día para lograr eso, yo creo que es clave en la felicidad. Entonces serías feliz más tiempo, sino sos feliz solamente cuando llegaste a tal lugar. Me parece que pasa por ahí. Y los logros materiales, si bien son importantes porque generan referencia y todo, lo importante es que las personas no se la crean.
Por eso el “Vasco” es un referente. Es un campeón de la humildad. Porque él es muy bien aceptado por su carisma, pero también porque nunca se la cree. Nunca se paró diciendo que está en un escalón más arriba que vos, no. “Yo soy como vos. La vida me dio una oportunidad y no la desaproveché”. Mérito de él, pero es bueno el mensaje ese de hacer sentir al otro también importante, porque cada uno, a su forma, tiene que sacar el ‘campeonato de la vida’ adelante. Y eso estamos buscando nosotros; referentes en diferentes lugares para potenciar los proyectos.
DU: ¿Cuáles fueron las adversidades que tuvieron que afrontar? Y en caso de haberlas superado, ¿cómo lo hicieron?
JO: En el plano profesional, fue cuando después del Mundial 86, me venden a Francia. No tuve vacaciones después del Mundial, entonces salió el pase y tuve que ir a jugar al Nantes, con Jorge Burruchaga que ya estaba ahí. A los dos meses me agarró algo extraño: no dormía, me descontrolé. No sabía qué tenía. Conclusión: me agarró estrés y yo no sabía qué era estrés. Le preguntaba a los médicos, no entendían nada y Burruchaga que se me reía. Le dije: “¡Pará! Estoy mal”. Fue algo muy feo, porque tardé meses en salir. Pensé que me iba a volver loco y eso me hizo tomar la decisión de volverme al año. Tenía contrato por cuatro años, pero no quise saber nada. Igualmente, antes no había tanta diferencia económica, entonces era muy parecido lo que se ganaba allá que acá. Entonces pensé, que para estar sufriendo, me vuelvo. No es porque extrañaba, sino porque tuve esa dificultad.
Después de un evento tan importante como un Mundial, a los pocos días tuve que volver a estar concentrado un mes más para jugar la Copa Libertadores. Al tiempo, me lo hizo saber; el cuerpo me pasó factura. Y a veces te desgarrás, otras veces otras enfermedades, y a mí me agarró estrés. Yo no sabía qué era. Bancándome sin dormir, de a poquito y con miedo, fue superado. Pero… ¡que me asusté, me asusté!
PC: Lo mío más que en el fútbol, fue en la vida. Cosas dolorosas hay varias, pero la pérdida de mis dos padres, y la pérdida de dos hermanos: precisamente, de la más chiquita, Luz, que estaba en el exterior y fue asesinada. Eso fue un golpe duro para toda la familia. Y en algún momento yo tuve un tema de salud, que un médico me dio tres meses de vida y fue un golpe duro porque me di cuenta que hay cosas que son más importantes que un partido y que tantas cosas. Pero bueno, fueron crecimientos, fueron formas de salir adelante. Y quizá, en el momento de la lesión que me di cuenta que no podía jugar más al fútbol, me pude recuperar. Fueron enseñanzas, fueron crecimientos, así que fueron momentos adversos que creo que los pude revertir para bien, pero en el momento generan incertidumbre. Que un médico te diga que te quedan tres meses de vida… no es fácil. Y hoy, después de treinta años puedo contarlo, pero en su momento fue difícil. Y la pérdida de mi madre, que también era una guía. Pero aprendí a… como alguien me dijo: “No la busqués más físicamente, buscala en los momentos, en las enseñanzas, en las cosas que te ha dejado”. Por suerte hoy lo puedo contar, pero en su momento fue difícil, sí.
DU: ¿Qué cuestiones o personas los han influenciado, tanto en lo profesional como en lo personal?
JO: En lo personal, la pasión salió desde que tengo uso de razón, tres o cuatro años, del fútbol. Pero después hay gente muy influyente que fue como una suerte haberla tenido. Por ejemplo, mis viejos, mis hermanos; que hacían un sacrificio para que no me faltara la pelota de fútbol. Y después cuando me fui a probar a Buenos Aires, a Racing: mis tíos. Yo vivía en la casa de mis tíos. Eso fue magnífico. Soporté Buenos Aires, por el ambiente que había en la casa de mis tíos. Ellos eran increíbles. Tal es así que en la Revista Goles, que existía antes, te hacían un ping-pong de preguntas y respuestas y te preguntaban qué personaje de la historia serías… ¡y yo puse que quería ser mi tío Ricardo! Gran parte de mi trayectoria se la debo a él y a mi tía Iris. Yo viví ocho años con ellos, era una casa increíble, llena de alegría. Era truco todos los días, menos los domingos, desde las cinco a las siete de la tarde, campeonato de truco con los vecinos. Entonces ahí yo estaba muy contenido. Les debo gran parte de mi carrera a ellos dos, sin duda.
PC: Una referente: mi madre. Fue una guía. Por eso sentí mucho la pérdida de ella, pero me dejó muchas cosas; y gran parte de lo que soy es por ella. Profesionalmente, no hay una persona puntual, sino la suma de personas. A cada persona que fui conociendo, a cada profesional, le fui tomando algo y fui tomándolo como reflejo.
Entre ellos, está el “Vasco”, con su humildad es una de las personas que también me ha enseñado muchas cosas. También es una guía porque tiene su experiencia, su recorrido; lo respeto, lo valoro mucho y también no deja de ser un referente más que importante, porque yo noto que he incorporado cosas de él que él capaz que no se da cuenta, pero a mí me han hecho bien, para tomarme la vida de otra forma.
JO: Sí, me roba trabajo (risas). Y yo también le robo a él (risas).
JO y PC: ¡Somos un equipo!
Entrevista realizada en octubre de 2018.